La semana pasada vimos cómo las terapias
cognitivoconductuales pueden, en determinados pacientes, quedarse cortas a la
hora de hacer entender a los pacientes que el dolor no tiene por qué ser un
marcador preciso de daño en sus tejidos, una idea que está arraigada en la
mente de muchos de nuestros pacientes. Es aquí donde puede tener mucho que
decir la educación en neurofisiología del dolor (END, de ahora en adelante).
La END consiste en un determinado número de sesiones
orientadas a explicar al paciente la neurobiología y neurofisiología del dolor,
y el procesamiento de éste por el sistema nervioso. Al reconceptualizar el
dolor que ellos padecen como “la interpretación que hace el sistema nervioso de
la amenaza de daño a los tejidos”, en vez de “una medida precisa del grado de
daño a sus tejidos”, se busca en los pacientes una mejora en sus síntomas y
función.
Las ideas principales que sustentan la END, según Moseley y
Butler, son:
· La END no es una técnica sino una gama de intervenciones
educativas.
· El objetivo de la END es cambiar cómo entendemos los
procesos biológicos que dan pie al dolor.
· La END incide en diferenciar entre nocicepción y dolor.
· La END destaca la idea del dolor como mecanismo de
protección, no como indicador de daño tisular.
· La END aumenta el conocimiento biológico acerca del dolor,
y disminuye la catastrofización.
· La END presenta una biología del dolor que respalda el abordaje
psicosocial de éste.
La aplicabilidad de la END está justificada por el creciente
interés de los pacientes por conocer más y más acerca de sus patologías. Los
pacientes que padecen dolor, especialmente aquellos con dolor crónico, están
frecuentemente interesados en aprender más acerca de las causas y los
mediadores del dolor que perciben. Ahora bien, los modelos biomédicos
comúnmente utilizados en fisioterapia (anatomía, anatomopatología y
biomecánica) se quedan cortos a la hora de explicar algunos de los procesos del
dolor más complejos, como son la sensibilización periférica y central, la
facilitación, la inhibición, la neuroplasticidad… Además, estos modelos
biomédicos pueden producir miedo al movimiento y ansiedad, lo que a su vez
puede incentivar las conductas de evitación y la catastrofización del dolor.
Por el contrario, la END busca explicar a los pacientes su
experiencia de dolor desde una perspectiva biológica y fisiológica, apoyándose
para ello en la idea del dolor como un fenómeno biopsicosocial. El dolor, como
percepción que es, no deja de ser una interpretación de lo que es más probable
que sea verdad – el cerebro infiere un daño potencial, inferencia a partir de
la cual elabora la respuesta comportamental más ventajosa para evitar dicho
peligro.
(Extraído de bodyinmind.org) |
La importancia de todo esto reside en que, con frecuencia,
los pacientes entienden el dolor como una medida del estado de sus tejidos
(característico de un modelo de dolor anatomopatológico), y no como una medida
de amenaza a los tejidos (a mayor amenaza percibida, mayor dolor percibido. Así
pues, la hipótesis de trabajo de la END consiste en la reconceptualización del
dolor. Al cambiar la amenaza percibida asociada a un conjunto de entradas
sensoriales, nuestra interpretación de lo que es más probable que sea verdad
cambiará de una percepción que requiera de mecanismos protectores a una
percepción que no. Esto es, las entradas sensoriales pasarán de ser percibidas
como dolor a no serlo.
En resumen, la END resta protagonismo al daño a los
tejidos y se centra en el procesamiento de la nocicepción, en que no hay
correlación directa entre nocicepción y dolor, ideas las cuales pueden
contribuir a disminuir la percepción de amenaza del paciente, y consecuentemente
la percepción de dolor.
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